La historia de la migraña - Parte II
- Fiorella Martin Bertuzzi
- 6 oct
- 3 Min. de lectura
La revolución neuronal en la historia de la migraña 🧠⚡
¡Seguimos nuestra serie sobre cómo fuimos entendiendo la migraña a lo largo del tiempo!
En el capítulo anterior, te conté cómo la teoría vascular dominó durante décadas, explicando la migraña como un “problema de cañerías” en el cerebro. Pero a mediados del siglo XX, algo empezó a cambiar...
Los síntomas son demasiado “cerebrales” como para ser solo de los vasos. ¿Luces, puntos ciegos, confusión, hormigueos?
Todo parece indicar que el cerebro mismo estaba participando activamente del ataque migrañoso. Y así nació el segundo gran modelo: el giro neuronal.
🌩️ El experimento casero que cambió todo
En 1941, el psicólogo Karl Lashley —quien sufría migrañas con aura— hizo algo genial. Durante una crisis, se puso a dibujar en papel cómo avanzaba el patrón en zigzag de su aura visual. Notó que esa “frontera brillante” se desplazaba lentamente sobre su campo visual, unos 3 mm por minuto, ¡una velocidad demasiado baja para una señal nerviosa común que viaja en velocidades de milisegundos!

Por esa misma época, el neurofisiólogo Aristides Leão descubría algo fascinante en cerebros de conejos: al estimular la corteza cerebral, se producía una onda de actividad seguida de un silencio eléctrico que se propagaba lentamente. Lo llamó “depresión cortical propagada” (DCP).
⚡¿La conexión? Lo que Lashley veía y lo que Leão registraba eran probablemente la misma cosa, observada desde dentro y desde fuera del cerebro.
📉 ¿Qué es la depresión cortical propagada?
Es como una onda expansiva de atenuación de la actividad neuronal. Imaginá que las neuronas de un sector del cerebro se sobreexcitan y luego se atenúan, como si un apagón pasara por la ciudad cerebral. Esta onda se desplaza lentamente, “distorsionando” funciones a su paso: visión, sensibilidad, lenguaje…
Pensá en una piedra que tirás al agua. El borde se eleva un poquito y luego arrastra un poco para abajo el nivel del agua, se expande para todos lados pero rápidamente desaparece.
🔬 Evidencias más sólidas: ahora sí, el aura tenía pinta de origen cerebral
En los años 80, investigadores daneses como Olesen y Lauritzen usaron estudios de flujo cerebral (SPECT y Doppler) para observar lo que pasaba durante el aura. ¿Qué encontraron? Que el flujo disminuía en zonas específicas del cerebro (como el lóbulo occipital) y que esa disminución se desplazaba lentamente, ¡justo como la DCP!
Y más aún: el dolor de cabeza venía después, cuando el flujo seguía bajo o apenas comenzaba a normalizarse. Esto rompía con la idea de que el dolor venía por dilatación vascular.
En 2001, Hadjikhani y su equipo hicieron fMRI en pacientes migrañosos durante el aura y vieron, en tiempo real, una onda lenta de activación anormal propagándose por la corteza. Era la DCP, filmada en vivo por primera vez en la historia.
🧠 ¿Y qué nos dicen todo estos estudios?
Que la migraña comienza en el cerebro, no en los vasos. Que posiblemente hay una hiperexcitabilidad cortical de base. Y que la aura visual no es por falta de sangre, sino por actividad neuronal anómala.
Pero claro… no todo es perfecto. Este modelo explicaba bien la migraña con aura, pero ¿qué pasaba con el 70% de personas que tienen migraña sin aura?
Y, sobre todo: ¿cómo esa onda cerebral provocaba un dolor tan intenso, con náuseas, fotofobia y otras molestias?
🧩 Hacia un modelo más completo
Estas preguntas llevaron a los científicos a mirar hacia otro protagonista clave en la historia de la migraña: el nervio trigémino y la teoría trigémino-vascular, que combina lo mejor de los modelos vascular y neuronal.
Pero esa es historia para el próximo capítulo 😉
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